La cosa es asi:
Estando estado de ebriedad prometí un cuento acerca de la vida de el turco Garcia, jugador de racing y de la seleccion a pedido del publico (del publico de Racing), fue un disparador para que otras glorias de la Academia fueran a la seleccion nacional, como El piojo Lopez y...y...y...El piojo Lopez.
Ahora el cuento:
Nacio de de donde nacen todos lo cuentos, de una historia verdadera, pero vehementemente exagerada y agregandoles detalles de color y palabras tales como: vehementemente, pauperrimo, paralelopipedo y variopintos. El cuento creo que no tiene esas palabras. Por eso no me gano la vida haciendo eso.
Con ustedes:
El turco
El periodista llegó 15 minutos tarde, como era su costumbre, su marca, su cartel en la frente. Tiene una columna muy conocida en una revista que sale los fines de semana con un conocido diario. Era costumbre de esa sección una entrevista corta pero dinámica y sincera, también estaba especializa esta nota en ex futbolistas, dispuestos estos a recordar viejas épocas, grandes anécdotas, y grandes confesiones. Por esta revista pasaron grandes del fútbol nacional, tanto de primera división, como del ascenso, hasta tuvo la gloria de contar con grandes figuras del fútbol internacional, pocas ocasiones, pero para el recordatorio. Los futbolistas esperaban casi siempre tener la posibilidad de dicha entrevista. Como es el de este caso, “El turco” Jiménez, delantero de San Lorenzo de Almagro.
“El turco” había llegado 10 minutos antes al lugar, era un bar en la zona de San Telmo, sobre la calle Defensa (lugar donde siempre se realizaban), aprovechó el tiempo que tenía para pedirse un café y esperó tranquilo al periodista. Se apenó de haber pedido un café chico y no en jarrito, era poco, pensó, y, para colmo no estaba muy caliento, lo cual es casi un crimen para una fría tarde de junio. “En apenas 3 sorbos lo terminé”, se lamentó. Desde la ventana del bar veía una ciudad tan contradictoria, a pocos metros, puerto madero, a otros tantos, villa, y a pasos del Río de la Plata, el viejo “río dulce”. Entre una de sus tantas miradas vio a “el gran entrevistador” que se bajaba de un taxi en la esquina de Defensa y Independencia. A medida que se acercaba lo seguía con la vista y cuando estaba casi en la ventana le golpeó el vidrio señalándole donde se encontraba, respondió con una sonrisa lo cual contrastaba con la gente dentro del bar que le había parecido una molestia ese golpe fuera de lugar en el vidrio. El periodista entro al bar, tras abrir la oxidada puerta, y luego de saludar desde lejos a los mozos que conocía, fue a ubicarse a la mesa donde se encontraba el turco. Un gran abrazo fue lo primero que hicieron los dos.
– ¿Pedimos algo? Yo invito.
– Recién tomé un café pero estaba medio frío, así que me voy a tomar otro –. Hacen una seña al mozo al mismo tiempo.
El mozo reconoce que lo llaman y toma el pedido: 1 un café y un capuchino de jamón y queso.
– ¿Querés que prenda el grabador ahora y arrancamos? –. Sugirió el periodista.
– Si, dale. Eso si, llega el café y cortamos un rato que si tomo otra tacita fría… Ya sabes.
– No hay problema – asintió –. Aparte yo también vengo con hambre y un tostado es un tostado. Antes que nada quería decirte que se te ve muy bien. Me pone muy contento.
– La buena vida –. Rieron los dos.
La mano del periodista apretó el botón “rec” y la cinta arrancó su camino y disparó su primera pregunta.