LA HORA DEL GENERAL


martes, 1 de julio de 2008

CRONICA DE UN EXAMEN

Todo comenzó con un extraño e irrelevante sueño de sábado por la mañana, este era muy raro, y no menos superfluo: Me encontraba en el teatro viendo una obra de los midachi – en el cuento “la noche boca arriba” de Cortazar el personaje dice en un momento que lo atormentaba el olor a guerra de un sueño, lo que le resultaba extraño porque el nunca sueña con olores, a mi me pasa algo parecido porque nunca sueño con midachis – , estaba llenos de “gags” la obra. Ninguno me causaba gracia. A los poco segundos me desperté y entendí todo, había quedado la tele encendida del día anterior en el canal 5 de Lanus que, pobre de programación, se le dio por pasar un video de este trío. El tiempo pasaba, y yo, paralizado frente al televisor que derrochaba chistes por doquier. Ninguno me causaba gracia. Fue en ese instante de vergüenza ajena, saliendo de estado de trance, que recordé que ese día tenia que dar un examen en la facultad de Agronomía.
La cosa es que yo hago todo al revés en casos especiales, no es que me ponga las media arriba de las zapatillas ni mucho menos, pero si como el titulo de una película de Jim Jarmusch, viví las “Vacaciones permanentes” y las viví, para colmo, en el momento equivocado, no después de terminar la secundaría sino antes, o, mejor dicho, durante. Así fue que al día de hoy no la termine…Hasta ahora.
Hace cuestión de meses se me dio de terminar la secundaria dando exámenes libres. Ahí comienza mi historia.
Agronomía es un barrio donde hay más gatos que celulares. Antes de ir al aula pasé un minuto por el baño de la facultad, ni bien abrí la puerta, veo un felino sentado sobre el mármol mirándose al espejo, tuve la amabilidad como quien entra a un lugar ocupado de decir “perdón” e irme, a los pocos pasos me dio cuenta la estupidez que había echo y entre al baño. Me fui a los meritorios porque me da vergüenza orinar frente a alguien, por más gato que sea. Entonces fui a los inodoros: Abro la primera puerta y un gato sentado haciendo sus necesidades me tiró un tarascón. Intento con la segunda puerta y hay otro felino con arcadas, lo cual me resulto poco agradable. El tema fue ver lo que había en la última puerta: 3 gatos, haciendo algo que hasta ese día pensaba que solo los humanos excitados podrían hacer. La cuestion es que entro al aula y había un gato sentado en el único asiento libre, la profesora me dijo que tenía que escribir una nota al gobierno de la ciudad porque no se puede sacar a un gato porque si, técnicamente la facultad es de ellos. Me senté en el piso y di el examen de literatura de una manera brillante, pocas veces vista, al menos pensaba eso yo, por desgracia no la profesora, que, ante mi pensamiento de haberme sacado un 10 la respuesta fue un 8. No es mala nota. Aprobé y punto. Ahora solo me quedan 6 pasos. Cuando salgo de la facultad me acercó a un banco para comer un sándwich de queso y tomate, para mi desgracia no solo se me acercan 10 gatos maullando, escuchar un gato esta bien pero con 10 se roza el limite entre la cordura y la locura. A los 10 minutos, a punto de terminar mi segundo sándwich se me acerca un pordiosero y le doy lo que me quedaba de comida a cambio de una buena historia. Me contó que en este barrio vivió Julio Cortazar, a lo que yo le dijo, “si, acá nomás esta la calle con su nombre” a lo que me contestó, “si, pero el no vivió en la calle con su nombre, sino en Artigas al 3200”. Entre tanto examen de Literatura, tanto Borges, tanto Cervantes, tanto Cortazar, tanto Saramago, se me ocurrió el un pensamiento: “En Agronomía nada le pertenece a lo que aparenta. El barrio le pertenece a los gatos y la calle Cortazar le pertenece a Artigas”. Me pareció una estupidez y olvidé lo que pensé. Me fui enfrente de la facultad a tomar 146 de vuelta a casa, pensando que si bien no me pertenece a mi, tampoco es de los gatos. En el colectivo se me ocurrió una historia y la empecé a escribir.